Mientras el primer ministro de Haití negocia su regreso desde Puerto Rico, el país se hunde en una profunda crisis de violencia desatada por pandillas fuertemente armadas que amenazan con sumirlo en la anarquía total. Los expertos señalan que los mandatarios haitianos han dependido cada vez más de estas pandillas callejeras.
Haití carece de un ejército permanente o una fuerza policial sólida desde hace décadas. Ante la debilidad del estado, los líderes han utilizado a civiles armados como herramientas para ejercer el poder. Hoy, con el estado debilitado al extremo, las pandillas han ocupado ese vacío de poder. En escenas surrealistas, los líderes pandilleros celebran conferencias de prensa y son vistos como futuros negociadores sobre el destino del país.
Los orígenes de esta crisis se remontan a la década de 1990, cuando un embargo y el aislamiento internacional devastaron la pequeña clase media haitiana. Después, un acuerdo impulsado por el Banco Mundial llevó a la importación masiva de arroz estadounidense, destruyendo la sociedad agrícola rural y obligando a miles de campesinos a migrar a la capital.
Los jóvenes sin empleo migraron a Puerto Príncipe y se unieron a las pandillas. Políticos como el ex presidente Aristide recurrieron a ellas como brazo armado barato. En 2001, Aristide convocó a pandilleros para defender el Palacio Nacional durante un intento de golpe liderado por el oficial Guy Philippe.
La débil intervención internacional tampoco logró frenar el avance de las pandillas. Aunque la misión de la ONU y el presidente Préval las combatieron inicialmente, líderes posteriores fueron complacientes e incluso tenían lazos con ellas. En los últimos tres años, las pandillas han ganado una autonomía desafiante.
Durante los gobiernos posteriores a Préval, se desató una “jornada de puertas abiertas” para el crimen organizado, convirtiendo a Haití en un “narcoestado”, según expertos. Las pandillas obtienen ingresos de actividades ilícitas como extorsión, secuestros y tráfico de drogas y armas, al igual que algunos políticos y empresarios.
Hoy, con el apoyo de sectores del estado, las pandillas imponen condiciones al propio gobierno. Los expertos advierten que quienes las crearon como herramientas de poder han perdido el control sobre un “monstruo” que ahora bloquea cualquier solución y amenaza con hundir a Haití en el caos total.
Según Michael Deibert, autor de libros sobre Haití, “Están estos distintos políticos que han colaborado con estas pandillas durante años, y (…) les estalló en la cara”. Robert Fatton, profesor de la Universidad de Virginia, afirma que “Los que crearon las pandillas crearon un monstruo. Y ahora puede que el monstruo no tenga el control por completo, pero tiene la capacidad de bloquear cualquier clase de solución”.
La profunda crisis actual de Haití es producto de décadas de debilidad estatal, injerencia internacional fallida y el uso de pandillas callejeras por parte de los líderes políticos como herramientas de poder, situación que ahora se les ha escapado de las manos.