sábado 06, septiembre 2025
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Junín: El ingeniero que a los 22 años capturó mercurio en La Oroya, hoy convierte plástico en gasolina y gas

El líquido oscuro que en un vaso de plástico sostiene el ingeniero Brecio Daniel Lazo Baltazar no es una gaseosa. Es gasolina obtenida a partir de botellas descartables, esas que...

El líquido oscuro que en un vaso de plástico sostiene el ingeniero Brecio Daniel Lazo Baltazar no es una gaseosa. Es gasolina obtenida a partir de botellas descartables, esas que inundan los tachos de basura, las calles, los ríos y los canales de regadío de la región Junín.

El docente de la Universidad Nacional del Centro del Perú (UNCP) presentó un reactor capaz de transformar residuos plásticos en energía, un prototipo que podría abrir nuevas rutas frente a la crisis de contaminación que asfixia a las ciudades.

De acuerdo con su investigación, 13 kilos de plástico bastan para producir dos litros de aceite pirolítico y un balón de gas de 10 kilos. En teoría, si se procesaran las 41 toneladas de plásticos que Junín desecha cada año, se obtendrían 6 308 litros de aceite y más de 3 100 balones de gas propano. Una fuente de energía desperdiciada hoy en botellas que terminan contaminando la tierra y el agua.

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No es la primera vez que Brecio Lazo enfrenta un desafío ambiental. Él recuerda que a sus 22 años de edad fue convocado para diseñar un sistema para capturar mercurio en la fundición de La Oroya, uno de los mayores focos de contaminación del país por varios años.

Los condensadores que permiten obtener gasolina y gas a partir de botellas de plástico.

“Me pidieron resolver cómo evitar que el mercurio se volatilice al fundir el oro y contamine el aire. Fue un reto inmenso, porque yo aún era estudiante de ingeniería mecánica. Trabajé con un metalurgista y un diseñador de máquinas, y logramos un prototipo que funcionó”, recuerda.

Aunque ahora desconoce si la máquina aún funciona, aquella experiencia marcó su destino: la ingeniería al servicio del ambiente. Como ingeniero mecánico, diseña maquinarias, fabrica repuestos, y pudo ver a lo largo de su carrera que cuando las cosas cumplen su tiempo de vida, terminan en muchas ocasiones contaminando el ambiente. Por eso, dice, «estoy muy cerca de los problemas ambientales»

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“Un mecánico diseña y manipula máquinas, pero también debe pensar en lo que ocurre cuando esas máquinas dejan de servir: ¿qué hacemos con sus componentes, con los residuos que generan?”, se pregunta.

Esa mirada lo llevó a explorar soluciones tecnológicas para reducir impactos, reciclar materiales y reutilizar recursos; y este lunes presentó un prototipo del «Reactor Termoeléctrico Dual de Residuos de plásticos con Acumulador para GLP», construido en un espacio de apenas 30 metros cuadrados, pero con capacidad para procesar entre mil y 1 500 kilos de plástico por mes

La picadora de plástico. Aquí inicia el proceso para la transformación del plástico.

El equipo trabaja a temperaturas de 300 a 400 grados centígrados, en el cual el plástico se carboniza y libera gases que, al condensarse, se transforman en aceite y gas propano, en un proceso que toma apenas 30 minutos desde el picado de las botellas de plástico. 

El prototipo costó 120 mil soles, una inversión que, según Lazo, podrían asumir municipios o gobiernos regionales, del mismo modo como instalaron plantas de oxígeno en la pandemia, y podríamos resolver una parte importante de contaminación en Junín.

También creó la máquina para fabricar galletas de agua

En los años 80, cuando en Huancayo las panaderías producían galletas de agua de manera artesanal, lenta y costosa, Brecio diseñó junto a un colega una máquina continua para fabricarlas en serie. Fue una innovación local que modernizó un producto cotidiano y huancaíno.

“No era común pensar en ese tiempo que desde aquí podíamos desarrollar nuestras propias tecnologías. Había la idea de que las máquinas venían de afuera. Yo siempre he querido romper con eso”, dice Brecio.

El fuego que produce el gas propano es incoloro e inoloro, pero cuando acercas un papel, este se enciende. “Es un gas propano altamente puro”, dice Brecio Lazo.

El reto ahora es escalar el reactor. El prototipo procesa apenas una tonelada y media de plástico al mes, una capacidad pequeña frente a los millones de botellas que circulan en Junín y en el país. 

La segunda etapa de su investigación busca obtener gasolina de 100 octanos mediante una nueva destilación. “Solo necesitamos agregar más condensadores para enfriar el gas y capturar líquidos de mayor pureza”, explica, con la certeza de que se trata de un camino sostenible y replicable.

“No se trata solo de presentar una máquina para una ceremonia y dejarla allí. Se trata de que funcione en el tiempo, que aporte a la gente. Eso es lo que da sentido a la ingeniería”, afirma.

El líquido oscuro que muestra en el vaso, con orgullo y serenidad, es más que un experimento. Es la demostración de que, en un mundo ahogado en plástico y basura, hay mentes dispuestas a transformar desechos en energía y crisis en oportunidad.

 

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