El cerebro humano posee una sorprendente capacidad conocida como la «reserva cognitiva». Este recurso actúa como un almacén de recursos, permitiendo compensar lesiones o enfermedades neurodegenerativas. Lo mejor es que podemos fortalecerlo a lo largo de la vida. Los científicos han descubierto que realizar actividades diversas y estimulantes puede potenciar nuestro cerebro, haciéndolo ágil, creativo y más resistente a futuros daños.
Nuestra salud cognitiva depende de dos elementos: la reserva cerebral y la reserva cognitiva. La primera es como el «hardware» del cerebro, incluyendo genes, tamaño y neuronas. La reserva cognitiva, por otro lado, se asemeja al «software», formado por programas que acumulamos a lo largo del tiempo. Aprender un idioma, leer, escribir, jugar juegos de mesa o hacer manualidades son ejemplos de actividades que enriquecen esta reserva.
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Lo asombroso radica en que, según investigaciones, incluso si el cerebro tiene lesiones o problemas en su hardware, fortalecer la reserva cognitiva proporciona herramientas para adaptarse y protegerse. Aunque aún no comprendemos completamente cómo funciona a nivel fisiológico, sus efectos positivos son innegables.
La «reserva cognitiva» se respalda con el estudio de las monjas en la década de los 80. El científico David Snowden evaluó a 678 hermanas de conventos en Minnesota durante 15 años. Aquellas que leían, enseñaban y mantenían una vida activa tenían cerebros excepcionales. Un caso destacado fue el de la hermana Mary, cuyo cerebro mostraba lesiones de Alzheimer, pero nunca presentó síntomas.
Hasta su fallecimiento a los 101 años, la hermana Mary continuó destacando en las pruebas cognitivas. Sin embargo, al examinar su cerebro postmortem, los investigadores encontraron evidencia de las típicas lesiones del Alzheimer. Esto significa que, desde una perspectiva puramente física, el cerebro de la hermana Mary «tenía» Alzheimer, pero sorprendentemente, nunca manifestó los síntomas característicos de la enfermedad a lo largo de su vida.
Este caso subraya la idea de que, al enriquecer y fortalecer la reserva cognitiva a través de actividades que desafíen la mente y fomenten la interacción social, el cerebro puede desarrollar una capacidad asombrosa para adaptarse y resistir los efectos negativos de las lesiones cerebrales. La hermana Mary pasó su vida leyendo, escribiendo, memorizando rezos y canciones, interactuando con otras personas y encontrando alegría en estas actividades. Su cerebro estaba tan bien equipado y era tan creativo que pudo sortear los estragos del Alzheimer.
Este ejemplo demuestra que es posible construir y reforzar la reserva cognitiva a lo largo de la vida, especialmente si comenzamos desde temprano. Actividades que desafíen la concentración, fomenten el aprendizaje, utilicen la memoria y promuevan la interacción social son clave. Además, la pasión por estas actividades puede ayudar a combatir la depresión, otro enemigo de la salud cognitiva.
No obstante, es crucial recordar que el cerebro es parte del cuerpo, por lo que debe cuidarse en su totalidad. No importa cuántos crucigramas resolvamos o cuántos idiomas aprendamos si descuidamos el «hardware». Por tanto, el refrán «mente ocupada, mente feliz» puede corregirse como «mente ocupada, mente saludable por más tiempo».