Tunupa, también conocido como Tuapaca o Taguapaca, es una antigua deidad venerada en la región andina central. Sus raíces se remontan a los períodos pre-tiahuanaco y pre-puquina, épocas en las que su culto comenzó a tomar forma. Alcanzó su apogeo durante el dominio de los reinos aymaras, incluyendo los Collas, Lupacas y Carangas, y su influencia perduró durante el período incaico. Sin embargo, en este último período, su veneración se confundió en cierta medida con la deidad Wiracocha. La llegada de los españoles tuvo un impacto significativo en la pérdida de su culto en muchas zonas, aunque logró sobrevivir principalmente en el Collao.
Tunupa es un ser que se conoce por varios nombres, incluyendo Tuapaca o Taguapaca, y se le atribuye un significado que podría traducirse como “pájaro grande como águila.” Era reverenciado como el Dios del Volcán y del Rayo, y sus rituales involucraban incluso sacrificios humanos. Su culto arraigó profundamente en la cultura andina, en particular entre las poblaciones de los Collas, Lupacas y Carangas, y continuó prosperando durante el período incaico.
Tunupa no actuaba solo; se le representaba a menudo acompañado de Tarapacá y Taguapacá, quienes desempeñaban un papel en su labor de ordenar el mundo. Esta dualidad se manifestaba en su influencia tanto en el mundo de arriba, relacionado con el rayo y la lluvia, como en el mundo de abajo, vinculado a ríos, manantiales y lava de volcanes. Se le confiaba la tarea de mantener el equilibrio en el mundo, a veces siendo confundido con Ticsi Wiracocha, y se le atribuía el control sobre volcanes, rayos, huaycos y aguas.
Tunupa dejó su huella en varias regiones, desde Colesuyo (Tacna, Arica y Tarapacá) hasta el altiplano. Su culto se extendió a lugares tan distantes como Brasil, Paraguay, Chachapoyas y zonas cercanas al lago Titicaca. Sin embargo, la llegada de nuevos dioses, como Viracocha, gradualmente desplazó su adoración.
También se relaciona con una fascinante leyenda que se centra en el Salar de Uyuni, un vasto desierto de sal en la actualidad. La historia nos cuenta que este lugar solía ser un inmenso mar interior, conocido como el “Salar de Tunupa” en honor a esta deidad. A medida que la Tierra se elevaba y el mar se secaba, se transformaba en una vasta sabana de sal con una profundidad de varios metros.
La leyenda relata que Tunupa quedó embarazada en circunstancias misteriosas, y el padre de su hijo era desconocido. Los volcanes, que la habían cortejado, deseaban ser el padre del bebé-volcán, lo que desencadenó una disputa intensa entre ellos durante toda una noche. Incapaces de llegar a un acuerdo, los volcanes decidieron quitarle el bebé-volcán a Tunupa y lo escondieron en Colchani, una localidad cercana al Salar de Uyuni.
En la época de la evangelización en el Collao, los sacerdotes europeos emprendieron la tarea de convertir a Tunupa en las imágenes de los apóstoles Santo Tomás o San Bartolomé. Este esfuerzo estaba en línea con la política católica de superponer sus cultos sobre las divinidades nativas de América. Sin embargo, esta no fue la única historia que los cronistas europeos recogieron sobre Tunupa. Hubo varias leyendas y relatos que se tejieron en torno a esta deidad.
Fray Alonso Gavilán, uno de estos cronistas, recogió relatos intrigantes sobre Tunupa. Según estos relatos, Tunupa habría recorrido extensas tierras, desde Paraguay hasta Chachapoyas, donde lanzó rayos y fuego celeste en contra del dios venerado en el poblado de Cacha. Su presencia se extendió incluso al Cusco y a las orillas del lago Titicaca. Allí, ocurrió un incidente en el que fue empalado en una vara de chonta y luego arrojado al lago en una balsa. Empujado por un fuerte viento, emprendió un misterioso viaje que lo llevó al Aullagas, conocido hoy como Desaguadero, donde se sumió en las entrañas de la Tierra.
Santa Cruz Pachacuti, un cronista indígena, aportó su versión única de la historia de Tunupa. Según él, Tunupa llegó al altiplano con humildes ropas, predicando un mensaje. Sin embargo, su presencia no fue bienvenida en el pueblo de Yamquesupa, lo que llevó a Tunupa a maldecir al lugar, transformándolo en una laguna. Posteriormente, llegó a Cachapucara, donde se involucró en una intensa discusión con una “mujer huaca,” desencadenando la destrucción de cerros y el pueblo en un aluvión de fuego y lava. Después, su travesía lo llevó a Carabaya, donde la población lo ató de pies y manos. A pesar de su cautiverio, Tunupa logró liberarse y navegó hasta el lago Titicaca, pasando por Tiahuanaco, y finalmente se dirigió hacia el mar a través del río Chacamarca, donde desapareció de manera enigmática.
Cieza de León, otro de los cronistas, recopiló relatos que sugieren la existencia de Tunupa antes del auge de los Incas. Según estas leyendas, Tunupa era representado como un hombre blanco de gran corpulencia, dotado de un poder impresionante que le permitía transformar cerros en llanuras y viceversa. Mientras que en otras regiones lo llamaban “Ticsi Wiracocha,” en el Collao se le conocía indistintamente como “Tuapaca” o “Tunupa.” Cieza de León también agregó su propia perspectiva a la narrativa al describir cómo Tunupa se dirigió hacia el mar y se embarcó hacia el horizonte.
Pedro Sarmiento de Gamboa, por su parte, aportó una versión particular al llamar a la deidad “Taguapaca.” Según sus crónicas, este dios surgió mucho antes de la existencia del Sol y la Luna, en un periodo post-diluvio. Aunque fue considerado acompañante de “Wiracocha Pachayachachic,” Taguapaca desobedeció a Wiracocha. La consecuencia de su desacato fue que Wiracocha ordenó que Taguapaca fuera atado de pies y manos y colocado en una balsa sobre el río Desaguadero. Es interesante notar que, según Sarmiento de Gamboa, el pueblo de Cacha fue destruido no por Tunupa, sino por Wiracocha.
Tunupa es considerado un ser civilizador, un profeta y el fundador de la civilización. Su leyenda incluye episodios de destrucción de una colina y un ídolo. También se le describe como un mensajero de Wiracocha.
Wiracocha, un gran dios creador, fue originalmente adorado en el Perú preincaico y se le atribuye la creación del universo. Tuvo tres hijos: Inti, Mama Quilla y Pachamama. La representación de Tunupa en las ruinas incas es una parte de la leyenda que cuenta cómo Wiracocha ordenó atrapar a Tunupa y lo lanzó en una balsa al río Desaguadero, donde desapareció en las entrañas de la tierra.
Referencia:
- Rostworowski Tovar, María (Octubre del 2010). «11.El mundo sagrado de los incas». Incas. Biblioteca Imprescindibles Peruanos (en «es»). Perú: Empresa Editora El Comercio S.A. – Producciones Cantabria S.A.C. pp. 139-140. ISBN 978-612-4069-47-5.
- Teresa Vergara (2000). «Tahuantinsuyo: El mundo de los Incas». En Teodoro Hampe Martínez, ed. Historia del Perú. Incanato y conquista. Barcelona: Lexus. ISBN 9972-625-35-4.