La Fiesta de las Cruces en Huancané despliega un espectáculo único donde cruces de madera descienden de los cerros al ritmo de sikuris, fusionando rituales ancestrales andinos con tradiciones cristianas, según el antropólogo Aldo Rojas, quien describe el evento como un “viaje místico” que atrae a multitudes y consolida identidad cultural.
Rojas relató que las cruces, escoltadas por cientos de personas, se balancean al compás de bombos y zampoñas durante su descenso desde las alturas, un ritual que simboliza la conexión entre la Pachamama, los Apus y la fe cristiana, creando un ambiente cargado de emotividad y simbolismo.
El antropólogo destacó la participación de danzas como el puli puli y el Kapero, junto con contrapuntos musicales entre comparsas de sikuris, elementos que sumergen a los asistentes en un estado de éxtasis colectivo, donde “los sueños se cumplen y la infelicidad se ahuyenta”, según sus palabras.
La festividad, que dura más de una semana, incluye rituales como las velaciones, el albazo y las alasitas, además del día central el 3 de mayo, donde las cruces se reúnen en un mismo espacio para simbolizar el sacrificio de Jesús y reforzar el pacto de hermandad entre los participantes.
Rojas explicó que la ceremonia de “ortiga”, donde parejas simulan matrimonios temporales hasta ser bendecidos con esta planta, refleja la mezcla de humor y solemnidad que caracteriza a la fiesta, combinando elementos lúdicos con profundas creencias espirituales.
La tradición, vinculada a las lluvias y la floración de cultivos, justifica su reconocimiento como Patrimonio Cultural de la Nación, según el antropólogo, quien subrayó que el evento trasciende lo religioso para convertirse en un símbolo de esperanza y resistencia comunitaria.
Rojas enfatizó que la fiesta actúa como un “escudo espiritual” contra la desventura, integrando cantos litúrgicos, procesiones y ofrendas que refuerzan la identidad local, mientras los participantes experimentan un sentido de pertenencia que perdura más allá de la celebración.
Con esta festividad, Huancané reafirma su rol como custodio de tradiciones únicas, donde lo sagrado y lo festivo se entrelazan para crear un legado que, según el antropólogo, “enseña que la vida es un camino de milagros y alegrías compartidas”.