En su obra «Artificial», Mariano Sigman y Santiago Bilinkis plantean un dilema candente: ¿Es aceptable utilizar la IA para influir en ideologías y dirigir el debate público? Este interrogante surge en medio del auge tecnológico y político que nos envuelve.
El libro surge como una extensión de «El poder de las palabras», explorando cómo interactuar con una inteligencia artificial. Desde los albores de la IA en la Segunda Guerra Mundial hasta su prominencia actual, Sigman y Bilinkis rastrean su evolución y sus posibles implicancias futuras.
La IA, como «artificio», despierta dualidades. Puede ser vista como algo extraño y amenazante o como una creación humana nacida de la curiosidad. Sigman y Bilinkis argumentan que, aunque pueda desarrollar autonomía, no deja de ser una obra humana.
El papel de la IA en la política se vuelve crucial. ¿Podrían las IA mejorar la toma de decisiones en un gobierno representativo? ¿Existen algoritmos políticos de izquierda y derecha? Estas preguntas se convierten en la esencia de su obra.
Sin embargo, delegar decisiones políticas a una IA plantea desafíos. Definir la función de valor que guía sus decisiones es complejo y variado, dependiendo de las perspectivas ideológicas.
El problema de introducir la IA en la política radica en la dificultad de definir esa meta. ¿Priorizar la propiedad privada o reducir la desigualdad? La IA podría tener algoritmos de derecha, centro y izquierda, pero definir el bien común es la verdadera barrera.
El uso de IA en política también plantea preocupaciones éticas. El escándalo de Cambridge Analytica demostró cómo se pueden manipular elecciones. La proliferación de noticias falsas y deepfakes presenta desafíos aún mayores.
Yuval Noah Harari advierte que la IA amenaza la democracia al controlar la conversación pública. La libertad de expresión se ve en riesgo, ya que las IA generativas pueden dirigir mensajes personalizados.
Regular la IA se vuelve esencial, pero ¿quién debe hacerlo? Las fronteras tradicionales no aplican, y los intereses políticos pueden complicar la implementación de regulaciones efectivas.
Finalmente, la IA está tomando un papel similar al de las armas nucleares en el siglo XX. China lidera en desarrollo tecnológico, mientras que Taiwán desempeña un papel crucial en la cadena de suministro.
En este nuevo mapa geopolítico, el uso de IA como un arma puede convertirse en una preocupación global. ¿Se repetirá la historia de la Guerra Fría, esta vez con algoritmos en lugar de armas nucleares?
«Artificial» de Sigman y Bilinkis nos enfrenta a un dilema existencial: ¿Es la IA un recurso que nos servirá o una amenaza que debemos controlar? La respuesta a esta pregunta definirá el futuro de la política y la sociedad tal como la conocemos.
